El film la salada, un interesante acercamiento a las vivencias
que padecen personajes de Corea, Taiwán
y Bolivia radicados en Buenos Aires.
"La salada" muestra una temática dura y
frecuente en Argentina resultado de la inmigración. Muchas personas vienen aquí
en busca de un futuro próspero y se encuentran con las dificultades que implica
el desarraigo, el empezar de cero en una cultura distinta, con costumbres
chocantes que desacomodan. Por eso, eligen como “crisol de razas”, un universo,
la famosa feria del sur del conourbano
bonaerense, lugar donde encuentran cabida varias nacionalidades.
Ya es, por reconocimiento, “La Salada” el mercado o feria callejera más grande de
Latinoamérica. Ubicado en Buenos Aires fue montado por inmigrantes bolivianos allá
por el año 1991. Se trata de un inmenso negocio ligado al creciente
fenómeno de consumo popular. En este caótico ámbito que fascina al recién
llegado por su diversidad cultural y por su dinámica interna cobran vida los
protagonistas de las tres historias que ópera prima de Hsu, ganó en el Festival
de Cine en Construcción de San Sebastián
2013.
La inmigración es universal y el amor también,
ahí es donde esos tres mundos distintos convergen. La cultura del amor es diversa,
los mandatos familiares mandan, en otros el romance se da naturalmente. Mientras
las tres historias avanzan en paralelo se unen ligeramente, y mantienen sus diferencias en la complejidad de los
personajes abordados en un rico relato
que sabe emocionar. La lucha por la adaptación al medio, el deseo reponerse en
la adversidad y el cumplir con el rol de ser fuerte hace que los protagonistas
de estas historias nunca dejen de estar obligados por la carga cultural que
hace sombra detrás de ellos.
Todos sufren un proceso de adaptación rápido y obligado. En menor
medida, y en ésta producción, en uno de
los personajes, están quienes prefieren seguir viviendo como lo hacían en su
país natal y no hacen el más mínimo esfuerzo por hacerse entender con los
nativos. En ese aspecto, “La Salada” revela que en algunas ocasiones la
discriminación se da por ambas partes.
La misma película destapa algunos puntos de incoherencia que la mayoría de las
veces, en la realidad, no se saben abordar.
A los “llegados”, por un lado, les
gustaría mantener un vínculo sentimental con el lugar que los recibe, pero por
otro, tienen la sensación de que jamás podrán regresar al hogar que los vio
nacer. En este sentido, la proyección fílmica capta el caso de una joven
coreana, cuyo interior más profundo deambula entre la curiosidad por integrarse
en la cultura argentina y una innata obligación personal de mantenerse dentro
de su cultura originaria. Este choque entre Oriente y Occidente está muy
presente en toda la cinta. Además, del gran interés por el trabajo que
manifiestan los bolivianos abordado desde una concepción inocente y dura.
“La Salada” es para algunos una escalera dentro del contexto social, para otros, un antro ilegal de falsificaciones y negocio marginal. El director desnuda una historia que toca los sentimientos. La opera prima de Juan Martín Hsu es un gran trabajo que no sólo supo hablar en primera persona, sino que tomó la experiencia de los demás y la expuso con fuerza narrativa. La historia de Bruno, un joven boliviano, fue presentada con menos riqueza que el resto, quizás el director tiene justificación para esto. Pero las demás de alguna forma, refieren totalmente, las problemáticas que existen entre los inmigrantes.
Este film, más allá de los contrastes étnicos, contiene bienvenidos rasgos de inocencia y ternura a la hora de retratar las angustias, inseguridades, temores y contradicciones internas de sus criaturas, aunque también cede a ciertos lugares comunes, a resoluciones un poco superficiales y convencionales. Se queda, así, a mitad de camino. “La Salada” es una buena película, que acaricia la idea de un poco más de vuelo y menos clichés de guión. Recomendable para una mirada amplia de la realidad de ese lugar en el mundo.
“La Salada” es para algunos una escalera dentro del contexto social, para otros, un antro ilegal de falsificaciones y negocio marginal. El director desnuda una historia que toca los sentimientos. La opera prima de Juan Martín Hsu es un gran trabajo que no sólo supo hablar en primera persona, sino que tomó la experiencia de los demás y la expuso con fuerza narrativa. La historia de Bruno, un joven boliviano, fue presentada con menos riqueza que el resto, quizás el director tiene justificación para esto. Pero las demás de alguna forma, refieren totalmente, las problemáticas que existen entre los inmigrantes.
Este film, más allá de los contrastes étnicos, contiene bienvenidos rasgos de inocencia y ternura a la hora de retratar las angustias, inseguridades, temores y contradicciones internas de sus criaturas, aunque también cede a ciertos lugares comunes, a resoluciones un poco superficiales y convencionales. Se queda, así, a mitad de camino. “La Salada” es una buena película, que acaricia la idea de un poco más de vuelo y menos clichés de guión. Recomendable para una mirada amplia de la realidad de ese lugar en el mundo.