lunes, 20 de octubre de 2014

“La Salada”, de Juan Martín Hsu.

El film la salada,  un interesante acercamiento a las vivencias que padecen  personajes de Corea, Taiwán y Bolivia radicados en Buenos Aires.

"La salada" muestra una temática dura y frecuente en Argentina resultado de la inmigración. Muchas personas vienen aquí en busca de un futuro próspero y se encuentran con las dificultades que implica el desarraigo, el empezar de cero en una cultura distinta, con costumbres chocantes que desacomodan. Por eso, eligen como “crisol de razas”, un universo,  la famosa feria del sur del conourbano bonaerense, lugar donde encuentran cabida varias nacionalidades.
Ya es, por reconocimiento,  “La Salada” el mercado o feria callejera más grande de Latinoamérica. Ubicado  en Buenos Aires  fue montado por inmigrantes bolivianos allá por el año 1991. Se trata de un inmenso negocio ligado al creciente fenómeno de consumo popular. En este caótico ámbito que fascina al recién llegado por su diversidad cultural y por su dinámica interna cobran vida los protagonistas de las tres historias que ópera prima de Hsu, ganó en el Festival  de Cine en Construcción de San Sebastián 2013. 
La inmigración es universal y el amor también, ahí es donde esos tres mundos distintos convergen. La cultura del amor es diversa, los mandatos familiares mandan, en otros el romance se da naturalmente. Mientras las tres historias avanzan en paralelo se unen ligeramente, y mantienen sus  diferencias en la complejidad de los personajes abordados en  un rico relato que sabe emocionar. La lucha por la adaptación al medio, el deseo reponerse en la adversidad y el cumplir con el rol de ser fuerte hace que los protagonistas de estas historias nunca dejen de estar obligados por la carga cultural que hace sombra detrás de ellos.
Todos sufren un proceso de adaptación rápido y obligado. En menor medida, y en ésta producción,  en uno de los personajes, están quienes prefieren seguir viviendo como lo hacían en su país natal y no hacen el más mínimo esfuerzo por hacerse entender con los nativos. En ese aspecto, “La Salada” revela que en algunas ocasiones la discriminación se da por ambas partes.
La misma película destapa algunos  puntos de incoherencia que la mayoría de las veces, en la realidad,  no se saben abordar. A los “llegados”, por un lado,  les gustaría mantener un vínculo sentimental con el lugar que los recibe, pero por otro, tienen la sensación de que jamás podrán regresar al hogar que los vio nacer. En este sentido, la proyección fílmica capta el caso de una joven coreana, cuyo interior más profundo deambula entre la curiosidad por integrarse en la cultura argentina y una innata obligación personal de mantenerse dentro de su cultura originaria. Este choque entre Oriente y Occidente está muy presente en toda la cinta. Además, del gran interés por el trabajo que manifiestan los bolivianos abordado desde una concepción inocente y dura.
“La Salada” es para algunos  una escalera dentro del contexto social, para otros,  un antro ilegal de falsificaciones y negocio marginal. El director desnuda una historia que toca los sentimientos. La opera prima de Juan Martín Hsu es un gran trabajo que no sólo supo hablar en primera persona, sino que tomó la experiencia de los demás y la expuso con fuerza narrativa. La historia de Bruno,  un joven boliviano, fue presentada con menos riqueza que el resto, quizás el director tiene justificación para esto. Pero las demás de alguna forma, refieren totalmente,  las problemáticas que existen entre los inmigrantes.
 Este film, más allá de los contrastes étnicos, contiene bienvenidos rasgos de inocencia y ternura a la hora de retratar las angustias, inseguridades, temores y contradicciones internas de sus criaturas, aunque también cede a ciertos lugares comunes, a resoluciones un poco superficiales y convencionales. Se queda, así, a mitad de camino. “La Salada” es una buena película, que acaricia la idea de  un poco más de vuelo y menos clichés de guión. Recomendable para una mirada amplia de la realidad de ese lugar en el mundo.