“Eso anhelan con gran sed. Se les ensancha
el cuerpo por eso, tienen hambre furiosa de eso. Como unos puercos hambrientos
ansían el oro”. Esta expresión náhuatl, es citada por Eduardo Galeano en su
libro “Las venas abiertas de América Latina”. La codicia que despertó la fiebre del
oro entre los conquistadores que llegaron al continente americano hace ya cinco
siglos, no cesa.
Ese oro, que cuenta el propio
Galeano, financió la revolución industrial inglesa y consolidó la hegemonía
europea, al mismo tiempo condenó a la pobreza a los pueblos
latinoamericanos, cuya “derrota estuvo siempre implícita en la victoria ajena”.
Quinientos años han pasado, muchas cosas
han cambiado; otras, no tanto. Las venas de América Latina, una tierra muy rica
y paradójicamente con muchos pobres, siguen abiertas mientras los grandes
capitales locales o extranjeros extraen la riqueza de los pueblos originarios
condenándolos a desplazarse o desaparecer. Pues “la riqueza”, el oro y la plata
se agotan, no es rentable explotar socavones mineros.
En el tiempo, la lógica del sistema
impone un nuevo modelo de explotación: la minería a cielo abierto, en inglés: “open pit”. Generada mediante
colosales explosiones que detonan los cerros la roca se sumerge en una mezcla
de agua y cianuro para separar el oro de la piedra en un proceso llamado de
lixiviación. En la actualidad, y, debido a la crisis financiera mundial, el
valor del oro ha aumentado exponencialmente, se estima que basta obtener 0,35
gramos de oro por tonelada de piedra para que el negocio sea rentable. Pero,
las consecuencias en el medio ambiente son más que alarmantes.
En primer lugar, los daños al paisaje y a la
biodiversidad que producen esas brutales detonaciones, sorprenden y desgarra.
Algunas de ellas se dan en regiones supuestamente protegidas, como la Biosfera
de San Guillermo ubicada en la provincia de San Juan, declarada Patrimonio de
la Humanidad por la Unesco debido a su diversidad, y que hoy alberga el
emprendimiento de Veladero, una de las mayores minas de Argentina, explotada
por la canadiense Barrick Gold. En segundo lugar, el uso del cianuro, un metal que contamina el
agua y produce afecciones en la salud de las poblaciones locales. Además de la
lluvia ácida que provocan los metales que guardaba la montaña, al quedar
expuestos a la luz y el agua.
“El cianuro es lo de menos: como es
muy caro, lo aprovechan todo. El problema es todo el agua que se desperdicia”,
explica José Leiva, operador perforista en la mina de Veladero. “La cantidad
que se consume es inimaginable. Acá no hay caudalímetro a propósito, para que
nadie sepa cuánta usan. Lo que es seguro es que no alcanza el agua en Veladero:
están secando totalmente los ríos y las fuentes de agua”, añade José, y
concluye: “Barrick Gold es la que gobierna en San Juan”.
Sin embargo, el gobernador sanjuanino, José
Luis Gioja, es uno de los más firmes defensores del modelo megaminero. Sostiene
que el proceso de lixiviación es inofensivo para el medio ambiente. Cabe
preguntarse entonces por qué muchos países, como Turquía, Australia, Costa Rica
o Alemania, y varias provincias argentinas han prohibido este tipo de minería.
El año
pasado, 2013, después del proyecto de ley presentado por diputados de la UCR y
Movimiento Sur para prohibir la minería a cielo abierto perdiera
estado parlamentario por falta de tratamiento durante 2011, se decidió volver a
presentarlo porque se cree que desde el
Estado se debe instalar el debate sobre temas tan importantes como la
contaminación de nuestras tierras, la dilapidación de nuestras aguas y la
alteración de ecosistemas.
No creo que la minería sea una
actividad negativa por sí misma; lo que deseo remarcar es el impacto ambiental que
provoca, los costos naturales a largo plazo de la denominada minería a cielo
abierto.
El
proyecto minero de Pascua Lama,
en la Reserva San Guillermo de
nuestra provincia, tiene un enemigo fuerte y declarado ya que la compañía minera canadiense Barrick Gold Corporation opera
sobre la zona sin prejuicios y con libertad. La Ley de Glaciares no se cumple. Las especies animales y la
vegetación autóctona peligra y muere.. Las compañías mineras deberías estar
reguladas. Pero no se entiende. Nada pasa. El impacto ambiental es grande. Y, como
señalan las organizaciones ambientales, los partidos políticos de izquierda
como lo es el Movimiento Sur con Pino Solanas, la Iglesia Católica encabezada
por el Papa Francisco quien trabaja en una Encíclica sobre Ecología en la que
se referirá puntualmente al daño de la megaminería a cielo abierto, y cientos
de activistas alrededor del mundo, el
agua vale más que el oro.
Nuestra cordillera sangra. Curar
sus heridas y cuidarla es uno de los desafíos más importantes que tenemos en
estos tiempos.