domingo, 21 de septiembre de 2014

UNSJ & UCC

Las diferencias entre las universidades públicas y las privadas  son sustanciales. La primeras no se encuentran aranceladas y esto  posibilita el acceso de cualquier persona de la sociedad, independientemente de su posición social y /o económica. De ésta manera  la Universidad Nacional se convierte en un conglomerado estudiantil heterogéneo que ofrece  la mayor igualdad de oportunidades. En cambio, el joven  que desea estudiar en la U.C.C. sabe que el  costo económico es muy elevado. Esta situación planteada es la primera brecha que separa ambas casas de altos estudios. Por eso, en la U.N.S.J. se nota la presencia de estudiantes provenientes de la clase media y media baja, de zonas urbanas, urbano-marginal y rural.
Es el Estado Nacional, con su política de inclusión socio-económica, el  que sostiene y contiene a los estudiantes en las casas de altos estudios públicas En este sentido, un análisis realizado por  el investigador Alieto Guadagni para el Centro de Estudios de la Educación Argentina (C.E.E.A.), da a conocer  que un egresado de una carrera de grado en una universidad nacional pública le cuesta al Estado unos 45.000 dólares.
El modelo que aplican en la universidad pública  sigue la enseñanza tradicional, entendiendo a la sociedad como un todo armónico e igualitario que tiende a la integración de sus miembros. La educación surge así como una fuerza homogeneizadora que garantiza la integración y la igualdad social, posibilitando por sí sola la transformación social.

Una de las principales causas de las diferencias entre la Universidad Nacional y la “Católica”, se encuentra en el origen de los fondos que las sostienen. Mientras que la primera funciona en su mayor parte, con fondos provenientes del Gobierno Nacional, la universidad privada es autofinanciable, con un pequeño porcentaje de subsidios. 
 En el ámbito de  la U.N.S.J. se reconoce una  mayor libertad, un sinceramiento democrático y participativo. En la U.C.C. hay más restricciones en este sentido. Un claro ejemplo  lo constituye el hecho de que quien quiera estudiar en sus aulas debe recibir fundamentos teológicos  y filosóficos  religiosos. Esto no se negocia ni se pone en duda. Además, quien ha tenido oportunidad de recorrer los pasillos de la Universidad Nacional habrá observado el fuerte impacto que tienen en ella las distintas agrupaciones estudiantiles que aquí tienen un fuerte desarrollo, en cambio, en la universidad privada no.

El seguimiento del alumno en la U.C.C. es permanente. Cuentan con cuerpo de preceptores que  acompañan y solucionan problemas, funcionan como nexo entre los estudiantes  y las autoridades. En ambas unidades académicas se organizan de acuerdo con  direcciones, secretarías, departamentos, etc.
La masificación  que existe en la U.N.S.J., como es común en las universidades públicas,  hace que el alumno sea un número más dentro del aula, mientras que en las privadas el número limitado de estudiantes, permite darles un seguimiento más cercano. El contacto y la atención entre docentes y alumnos es casi personalizada,  en éstas últimas.
Con respecto a los recursos humanos son muy heterogéneos y valiosos en ambas unidades académicas. En cuanto a los tecnológicos, en las dos cuentan con muchas limitaciones, aunque intentan estar a la altura de las circunstancias, en esto ayuda los avances de la globalización.
La Universidad Nacional ha acumulado cierto prestigio respecto a la calidad de la enseñanza y tiene la fama de contar con docentes reconocidos y experimentados, lo cual es un punto a su favor ya que posee mayor experiencia que las privadas. 
Las Universidad Católica de Cuyo suele tener convenios y amplias redes de contactos empresariales, que favorecen la rápida colocación de los estudiantes egresados dentro del mercado laboral, cosa que no se da en las públicas. 
Es común que en la U.N.S.J. los trámites y procedimientos estén burocratizados y sean ineficientes. En cambio, en U.C.C. está mejor organizada en este sentido y en ella los trámites suelen ser más rápidos y eficientes. 
 Existe la percepción de que en las universidades privadas es más fácil graduarse, incluso se rumora muchas veces que en algunas de ellas “se pueden comprar los títulos”, mientras que en las públicas dicha percepción es que el estudiante deben esforzarse y vencer muchos obstáculos para poder egresar, corriendo el riesgo de fomentar y tolerar la presencia de “estudiantes crónicos” atraídos por las becas y los subsidios.

Para Pierre Bourdieu, en  la educación se transmiten saberes a los miembros de la comunidad que aún no los han adquirido. Sin educación, cada individuo tendría que reconstruir por sí solo el patrimonio de toda la humanidad. Desde este punto de vista la educación es poder, entendiendo como poder la capacidad de incidir en la conducta del otro para moldearla. Poder ejerce la madre sobre un hijo cuando le pone límites, o el empleador al trabajador, o el profesor al alumno. Pero en un estadio superior, poder ejercen los políticos, los empresarios o los medios de comunicación.

Sin lugar a dudas las universidades públicas y privadas son fuentes generadoras de poder. Útiles al hombre para su crecimiento físico, psíquico, espiritual, moral y profesional. En ellas se genera día a día el futuro de un país encendido en su lucha por la educación y la libertad, anhelos permanentes de los pueblos.