Las diferencias entre las universidades públicas y las
privadas son sustanciales. La primeras
no se encuentran aranceladas y esto
posibilita el acceso de cualquier persona de la sociedad,
independientemente de su posición social y /o económica. De ésta manera la Universidad Nacional se convierte en un
conglomerado estudiantil heterogéneo que ofrece la mayor igualdad de oportunidades. En cambio,
el joven que
desea estudiar en la U.C.C. sabe que el costo
económico es muy elevado. Esta situación planteada es la primera brecha que
separa ambas casas de altos estudios. Por eso, en la U.N.S.J. se nota la
presencia de estudiantes provenientes de la clase media y media baja, de zonas
urbanas, urbano-marginal y rural.
Es el Estado Nacional, con su política de inclusión socio-económica, el que sostiene y contiene a los estudiantes en las
casas de altos estudios públicas En este sentido, un análisis realizado por el investigador Alieto Guadagni para el Centro de
Estudios de la Educación Argentina (C.E.E.A.), da a conocer que un egresado de una carrera de grado en una
universidad nacional pública le cuesta al Estado unos 45.000 dólares.
El modelo que aplican en la universidad pública sigue la enseñanza tradicional, entendiendo a
la sociedad como un todo armónico e igualitario que tiende a la integración de
sus miembros. La educación surge así como una fuerza homogeneizadora que
garantiza la integración y la igualdad social, posibilitando por sí sola la
transformación social.
Una de las principales
causas de las diferencias entre la Universidad Nacional y la “Católica”, se
encuentra en el origen de los fondos que las sostienen. Mientras que la primera
funciona en su mayor parte, con fondos provenientes del Gobierno Nacional, la
universidad privada es autofinanciable, con un pequeño porcentaje de subsidios.
En el ámbito de la U.N.S.J. se reconoce una mayor libertad, un sinceramiento democrático
y participativo. En la U.C.C. hay más restricciones en este sentido. Un
claro ejemplo lo constituye el hecho de
que quien quiera estudiar en sus aulas debe recibir fundamentos teológicos y filosóficos
religiosos. Esto no se negocia ni se pone en duda. Además, quien ha
tenido oportunidad de recorrer los pasillos de la Universidad Nacional habrá
observado el fuerte impacto que tienen en ella las distintas agrupaciones
estudiantiles que aquí tienen un fuerte desarrollo, en cambio, en la universidad
privada no.
El seguimiento
del alumno en la U.C.C. es permanente. Cuentan con cuerpo de preceptores que acompañan y solucionan problemas, funcionan
como nexo entre los estudiantes y las
autoridades. En ambas unidades académicas se organizan de acuerdo con direcciones, secretarías, departamentos, etc.
La masificación que existe en la U.N.S.J., como es común en
las universidades públicas, hace que el
alumno sea un número más dentro del aula, mientras que en las privadas el
número limitado de estudiantes, permite darles un seguimiento más cercano. El
contacto y la atención entre docentes y alumnos es casi personalizada, en éstas últimas.
Con respecto a los recursos humanos son muy
heterogéneos y valiosos en ambas unidades académicas. En cuanto a los
tecnológicos, en las dos cuentan con muchas limitaciones, aunque intentan estar
a la altura de las circunstancias, en esto ayuda los avances de la
globalización.
La Universidad Nacional
ha acumulado cierto prestigio respecto a la calidad de la enseñanza y tiene la
fama de contar con docentes reconocidos y experimentados, lo cual es un punto a
su favor ya que posee mayor experiencia que las privadas.
Las Universidad Católica de Cuyo suele tener
convenios y amplias redes de contactos empresariales, que favorecen la rápida
colocación de los estudiantes egresados dentro del mercado laboral, cosa que no
se da en las públicas.
Es común que en la U.N.S.J. los trámites y
procedimientos estén burocratizados y sean ineficientes. En cambio, en U.C.C.
está mejor organizada en este sentido y en ella los trámites suelen ser más
rápidos y eficientes.
Existe la percepción de que en las
universidades privadas es más fácil graduarse, incluso se rumora muchas veces
que en algunas de ellas “se pueden comprar los títulos”, mientras que en las
públicas dicha percepción es que el estudiante deben esforzarse y vencer muchos
obstáculos para poder egresar, corriendo el
riesgo de fomentar y tolerar la presencia de “estudiantes crónicos” atraídos por
las becas y los subsidios.
Para Pierre Bourdieu, en la educación se transmiten saberes a los
miembros de la comunidad que aún no los han adquirido. Sin educación, cada
individuo tendría que reconstruir por sí solo el patrimonio de toda la
humanidad. Desde este punto de vista la educación es poder, entendiendo como
poder la capacidad de incidir en la conducta del otro para moldearla. Poder
ejerce la madre sobre un hijo cuando le pone límites, o el empleador al trabajador,
o el profesor al alumno. Pero en un estadio superior, poder ejercen los
políticos, los empresarios o los medios de comunicación.
Sin lugar a dudas las universidades públicas y privadas son
fuentes generadoras de poder. Útiles al hombre para su crecimiento físico,
psíquico, espiritual, moral y profesional. En ellas se genera día a día el
futuro de un país encendido en su lucha por la educación y la libertad, anhelos
permanentes de los pueblos.